sábado, 23 de marzo de 2013

Capítulo 15



— ¿Cuánto fue de lo de Gemma?— pregunto sacando su billetera de la bolsa trasera de su pantalón.
—No fue nada— deje mi bolsa en uno de los sillones de la sala —Fue un regalo que yo le hice a Gemma— era verdad, además yo creo que Harry se infartaría con la cuenta, cualquier persona lo haría. Excepto mi madre que tiene cosas más importantes que hacer que revisar en que uso mi tarjeta.
—Claro que no— dijo serio —Te lo pagare ¿Cuánto fue?— pregunto nuevamente
—Ya te lo dije.
—Si estas tratando de quedar bien, no lo vas a lograr comprando a mi hermana— me señalo con su dedo índice.
—Es de mala educación señalar a las personas— baje su mano —Y no— reí —No estoy tratando de quedar bien, y mucho menos tratando de comprar a tu hermana. — No mentía —Además ¿por qué me interesaría quedar bien contigo? ¿Quién te crees?— levante mi ceja izquierda. 
— ¿Lo ves?— hablo y dio un paso hacia mí —Primero me besas, te beso, te ‘ofendes’— seguía acercándose a mí y por ende  comencé a retroceder —Dices que solo tú puedes jugar conmigo, luego te gusto y ahora no soy nadie importante— su mirada era tan intimidante, -Estúpida pared, como te atreves a evitarme el paso- ya no podía retroceder más —Ves porque te considero una hueca, egocéntrica, que solo piensa en lo que le quiere y le conviene, que…— no lo deje seguir con mis ‘defectos’ y como otras veces lo tome del cuello y lo atraje a mí, solo que ahora yo marcaba el ritmo evitando que notara mi inseguridad ya que no estaba muy confiada de que me siguiera. Pero al parecer me equivoque. 
Apego su cuerpo al mío, tanto que ni la más mínima corriente de aire era capaz de pasar entre nosotros, sus manos se posaron en mi cintura sosteniéndome con firmeza. 
Su lengua se introdujo de abrupto en mi cavidad, el roce de su carnoso miembro con el mío era algo delirante. El abastecimiento de oxígeno en mis pulmones comenzaba a disminuir. Me separe de sus labios tratando de recuperar la mayor cantidad de oxigeno posible, eche mi cabeza hacia atrás dándole el acceso total a mi cuello, el cual con desenfreno comenzó a besar volviéndome totalmente loca.

Regreso a mis labios, rozaba, mordía, succionaba, hacía con ellos lo que le placía, y por mí, no había problema alguno. Una de sus manos que masajeaban mi cintura mortalmente comenzó a bajar hacia mi cadera hasta llegar a mi pierna, alzo está a la altura de su cadera, en automático entendí y me sujete de su cuello, sin nunca separar nuestros labios me levanto como si pesara menos que una pluma, rápidamente forme una llave con mis piernas alrededor de su cintura para evitar ser atraída hacia el piso. 

Seguía besándome de esa manera tan intensa y única. ¿Pero cómo podía causar tanto en mí con un simple beso? Eran increíbles las sensaciones que me hacía experimentar.
Una de mis manos se mantenía en su nuca, atrayéndolo hacia mí dándole mayor profundidad al pasional beso, además me aseguraba de que no se alejara de mis labios, aunque dudo que este pensamiento le pasara por la mente.
Su lengua recorría cada centímetro cuadrado de mi boca, robándose por completo mi abastecimiento de oxígeno, no podía más, era seguir con ese beso pero prácticamente morir. Mi otra mano se encontraba en su mejilla, subí está haciendo hacia atrás el cabello que caía en su frente, corrí mi rostro unos centímetros solo para poder respirar, pero él no se detenía. ¿Qué acaso pretendía matarme? 
Comenzó a bajar con sus besos por mi mejilla hasta llegar a mi cuello. Por instinto eche mi cabeza hacia atrás, dándole el acceso total a esa zona tan sensible de mi anatomía.

Rosaba, mordía, besaba, simplemente hacia lo que le placía conmigo. Así que era ahora o nunca, más bien era ahora o más delante no podré detenerme.
Lo tome de la barbilla y lo guié nuevamente hacia mis labios y lo bese nuevamente, como si no hubiera mañana. –Dios, este hombre no puede ser más provocativo- afirme en mi interior, al mismo tiempo que -en contra de mi voluntad- lo separe de mis labios uniendo nuestras frentes. Abrí lentamente los ojos, ya que aún estaba tratando de controlar mi sistema nervioso. Sus labios estaban el doble de gruesos y de un rojo cereza. Me había equivocado. Si podía ser más provocativo. Sus ojos esmeralda me miraban fijamente, mas no fríamente como de costumbre, tal vez me arrepentiría de esto.

—…Y te volví a besar— susurre sobre sus labios con un tono de voz victorioso, antes de deshacer la llave que había formado con mis piernas alrededor de él.

Me bajo esquivando mi mirada, la verdad yo esperaba un ‘¡Lo ves! ¡Ves cómo eres!’ pero nada. Su cara de estupefacción era indescriptible, no sé si era enojo, decepción, fastidio. O tal vez una mezcla de todas. Acomode mi vestido y mi cabello antes de sacarle la vuelta. 
— ¿Empezamos con la guía?— pregunte como si absolutamente nada hubiera pasado. Me di la media vuelta para poder verlo, pero él seguía de frente a la pared, y me ponía algo nerviosa. Tal vez había alterado ‘algo’ más que su respiración. 

Se dio la vuelta y camino hacia mí, mis nervios con obvia razón aumentaron. Todo pasaba por mi mente, -¿un golpe? ¿Violación?- reí estúpidamente en mi interior por mis tontos pensamientos. Estaba a solo unos centímetros de mí, pero no se acercó a mí como yo creía que lo haría, me saco la vuelta y se dirijo a la mesa que estaba detrás de mí y tomo el enorme paquete de hojas. Tomo la mitad aproximadamente y me lo entrego. 
Sonreí y tome las hojas, mi objetivo era hacerlo enloquecer por completo. Y si a la primera le doy el ‘paquete completo’ no serviría de nada. Además no soy tan fácil. En realidad no lo soy, Solo a él le estoy facilitando un poco las cosas.

Me senté en el sillón donde había dejado mi bolsa, Harry también se sentó pero del otro extremo del sillón, no era mucha la distancia ya que era un sillón solo para tres personas. 
— ¿Por qué tan lejos?— pregunte divertida —No muerdo— tome un bolígrafo color rosa de mi bolsa —…A menos que quieras— volteé a verlo y una pequeña sonrisa comenzaba a asomarse en su rostro, pero al sentir mi mirada la desapareció. —Oh vamos— alargue riendo —Sé que quieres reírte— le dije y solo negó con la cabeza sin despegar la mirada de las hojas. —Te vuelvo loco, lo sé— dije entre risas.

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